Thursday, November 30, 2006

La intrusión


Cuando me dijeron que muchos pintores no podían dormir por culpa de sus obras, sonreí a mi interior con sensiblería. Eso fue cuando comencé a tomar clases de pintura.

Hay un gato. Preciso decirlo, aunque no salte a la vista. Sus pisadas llegan con el silencio de la noche, van y vienen, su voz me estremece, su canto de bebé con angustia me saca del lecho, sus uñas arañan el cristal de la ventana.

La abro. Me alejo. Me escondo, escudriño. Quizá se esté burlando en la otra ventana. Corro a ella, me acerco desde el techo. Nada. Tal vez en la otra. Ups. Al abrirla he roto una maceta. Tampoco está. Desespero. Avanzo con rapidez por toda la casa. Protegido por la oscuridad, oteo por un instante desde un rincón, luego salto a otra esquina, luego debajo de la mesa, sobre un sillón, entre las patas de una silla, pegadito al marco de la puerta..., y nada. Y en eso, un maullido agudo rompe la visión en pedazos fragmentados, y desde uno de ellos, justo debajo de la cerradura, justo desde ahí te observo con mi mejor gesto de saltimbanqui.

Tuesday, November 28, 2006

La evolución de las especies

A veces pienso que soy algo como el elegido, mas las cosas se disparan en otras direcciones.


Estábamos como pocas veces en El Venadito, brindando hasta por el sapo que brinca la rana sobre la charca. La lluvia no amainaba y el pretexto natural nos daba un punto natural de ventaja sobre lo que se nos pudiera decir. El sitio, chico, como colgando al lado del centro comercial de las Galerías, nunca podría haber incomodado a nadie. Su insignificancia, su naditud perdida entre la lluvia lo hacía el refugio perfecto, la escapatoria de una realidad que se aplastaba a si misma en el exterior.

Así que cuando los cuatro personajes entraron a bala partida, se acuartelaron y nos hicieron rehenes, nos comenzamos a reír con el trago en la garganta. El primer tiro a la panza de Romualdo nos ahogó la carcajada, nos bajo el humo del alcohol. De afuera, la metralla rompía cristales, botellas; perforaba muebles. Luego se hizo un largo silencio.

El jefe de la banda nos comenzó a hablar como si fuéramos los grandes amigos de toda la vida. Y pues lo era en ese momento. Así cualquiera podría ser tu amigo, tu compañero del alma a quien nadie podría traicionar jamás.

—¡Ríndansen, putos! Los tenemos rodiados.
—¡Ni madres! Y no estén chingando, que entonces vamos a empezar a tirar muertitos pa la calle.

La nueva andanada golpeó con sus pequeños metales la pared de la calle, estremeciendo hasta los cimientos del edificio. Entonces te das cuenta que El Venadito está en el primer piso de un edificio de muchos pisos. Lo recuerdas como perdido entre tus pensamientos.

El siguiente silencio nos sorprendió. Tan repentino que nos causó temor, como cuando se te rompe la cuerda. El jefe nos miró con su cara de amistad eterna. Sonrió con una inocencia en los ojos, con un candor que te obliga a sonreír con solidaridad: te ha desarmado, el cañón de su pistola te mira. Sientes un golpe en la frente, luego un estruendo te golpea los oídos.


—¡Échenlo pa fuera! —Escuchas cuando ya te ha llegado la oscuridad y el frío.

Monday, November 27, 2006

Cultura a precios pupulares

Hace algunos años leí que en Estados Unidos la tasa de analfabetismo funcional era, y sigue siendo, muy alta. Un amigo me dijo que era como cuando lees un rollo de matemáticas o filosofías abstractas: te quedas colgado de la brocha.


El buen vaquero llegó al pueblo y lo dominó con la punta de su pistola. Al principio, no vimos la ventaja de la conquista. Se hablaba por aquí y por allá, a favor y en contra, hasta que decidió emitir el bono de transporte. Mil viajes a sólo el 10% de su costo normal, a consumir en un mes.

—Pero ¿para qué tanto viaje?
—Yo nomás viajo cincuenta veces en un mes.

El ardid publicitario no tardó. El bono incluye estampitas coleccionables, con una palabra en la base y la figura de dicha palabra en el resto del todo. Al reverso, la explicación de la palabra. Presentando diez bonos, te entregan el Diccionario donde puedes pegar las estampitas.


Por supuesto que no puedes dejar de reírte, pero la risa se te congela cuando te ves en el espejo con ropa de cowboy.

Thursday, November 23, 2006

Libertad

Creo que los buenos son buenos, muy buenos; que los malos son muy malos; que el mundo vive partido a la mitad; y yo en medio.


La tarde aterriza en medio de un delicado olor a flores. Raro. La ciudad es casi una mole de cemento. Desde el atrio contemplamos la verticalidad de sus líneas, en particular una chimenea, larga, alta que empieza a arrojar humo negro, luego chispas, finalmente una explosión consume el techo.

La metralla se va haciendo presente, sonora. Queremos correr, pero los primeros instantes nos paraliza, hasta que unas pequeñas sombras se acercan de las azoteas contiguas. Corremos al interior. Es el ataque de un grupo libertario, grita alguien como yo o tu, personas normales. Entonces gritamos, los niños lloran, tampoco comprenden. Es estruendo, caída de paredes y techo; es fuego consumiendo al ruido, dejando silencio, apagando corazones.